
Todos los días amanezco con el impulso de revisar las notificaciones de mi celular, como si una alerta estridente, infinita e interminable me reclamara las horas de sueño.
El café matinal, lejos de ser un elixir, se convierte en un acicate líquido que debe ir acompañado del multitasking cotidiano.
Pasear al perro, regar el jardín, escribir mi lista de tareas pendientes, decirles a mis niñas que las amo, barrer el pórtico... Todas y cada una de esas acciones con una irreflexión mecánica y apresurada.
¿Prisa para qué? ¡No lo sé! Solo sé que, antes de percatarme, ya será medio día y el polvo volverá a asentarse en los muebles de la oficina.
En medio de esta vorágine inconsciente, tuve la fortuna de encontrar el libro Vita Contemplativa de Byung-Chul Han.
“Estamos perdiendo la capacidad de no hacer nada”, nos advierte en sus primeras páginas. Inmediatamente, casi por instinto, uno se pregunta: ¿y eso qué tiene de malo?
Antes de seguir, te pregunto, querido lector: ¿Te gusta no hacer nada? O poniéndolo de otra manera, ¿te sientes cómodo sin producir nada?
Si nos atrevemos a abordar estas preguntas con honestidad y franqueza autocrítica, podríamos resquebrajar la coraza que hemos construido alrededor de nuestro cuerpo: hecha de metas y propósitos, dura como el hierro, asfixiante como la expectativa de éxito en Instagram.
Propósito
"El ceremonial de la inactividad es: hacemos, pero para nada. Este para-nada, esta libertad con respecto a la finalidad y la utilidad, es la esencia de la inactividad. Y es la fórmula fundamental de la felicidad." – Byung-Chul Han
Hacerse la pregunta ¿para qué estoy haciendo las cosas? puede resultar igual de revelador, ya que es probable que respondamos con una meta o propósito claro en mente.
¿Para qué preparaste una ensalada? ¡Para estar más sano y poder rendir mejor en el día!
¿Para qué compraste ese libro? ¡Para aprender una nueva habilidad que me ayudará con mi trabajo o mi branding personal en internet!
¿Para qué ves las noticias? ¡Para molestarme con la situación del mundo y poder unirme a la cacofonía de las redes sociales!
¿Para qué haces tanto ejercicio? ¡Para sentirme mejor conmigo mismo y tener más likes en Instagram!
Byung-Chul Han menciona que incluso hemos "capitalizado" el sueño, convirtiéndolo en una power nap al servicio de nuestro rendimiento en la próxima vigilia.
Hemos reducido la plenitud de las actividades humanas a un dínamo, con la promesa de ser incansables. Una promesa en forma de suplementos alimenticios, medicamentos para mejorar el desempeño y cursos de capacitación que nos aseguran mostrar siempre nuestra "mejor versión". Nos hemos convertido en un animal laborans.
Pero la potencia del dínamo es finita. Y la promesa de rendimiento perpetuo se desmorona cruelmente ante la aparición del burnout o la creciente plaga de ansiedad.
Otorgarle un propósito a cada actividad de la vida es una declaración soberbia de que sabemos lo que es mejor para nosotros, eliminando la sana duda que nos permite transitar por caminos inesperados.
Por lo tanto, ¿qué nos queda cuando hacemos algo "para-nada"?
Contemplar… fotográfico
La contemplación es la exaltación de la quietud. Es la prueba de que estamos viviendo, no simplemente sobreviviendo.

Byung-Chul Han profundiza en estos temas a través de diversos ejemplos brillantes. Asocia la contemplación con la poesía, como una fiesta en el lenguaje:
"La poesía, por el contrario, suspende el lenguaje entendido como información. En la poesía, el lenguaje se pone en modo contemplación. Se torna inactivo: «La poesía es precisamente [...] el punto en el que la lengua, que ha desactivado sus funciones comunicativas e informativas, descansa en sí misma, contempla su potencia de decir y se abre, de este modo, a un nuevo posible uso»." – Byung-Chul Han
Fue en estos párrafos donde pude trazar un paralelismo con la fotografía de calle, en contraposición a la fotografía periodística o publicitaria.
La fotografía de calle es un poema a la cotidianeidad. Es la contemplación de la fugacidad. Nos obliga a dar un paso atrás y observar. Difiere de la fotografía periodística o publicitaria en su ausencia de propósito.
La deambulación es contemplación. Y la presencia de una cámara no creo que demerite su esencia; de lo contrario, la reflexión a través de la escritura también sería una comparación inválida.
Tomamos fotografías sin propósito, maravillados por detalles que resultan invisibles para quien está pensando en su próxima tarea.
Encuadre, juego de sombras, composición, saturación, apertura… Todo se conjuga para prestar atención a lo efímero y volverlo eterno.
Antes de partir
Es importante no caer en una interpretación simplista de los textos de Byung-Chul Han. El elogio a la inactividad no busca la supresión de la actividad, ni es una aspiración exclusiva de las clases económicamente solventes.
La contemplación es el séptimo día de descanso después de la creación. Es el Sabbat, es la fiesta de cumpleaños. Complementa la actividad tanto como una postal fotográfica complementa un recuerdo o como una incubadora de nuevas ideas.
Es accesible siempre y cuando seamos capaces de renunciar a algunas de nuestras metas y propósitos para sustituirlos por el sinsentido, la celebración, el baile, la fotografía.
Y, como siempre, gracias por leer.
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