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Como el culto a la ocupación mató mi productividad

Actualizado: 15 ago

Portada 20 como el culto a la ocupación mató mi productividad

He trabajado en el mundo del marketing digital durante alrededor de 15 años. Desde que salí de la universidad, empecé a cargar como medallas de honor las frases: “estoy muy ocupado”, “ayer me dormí tarde por terminar un proyecto”, “estoy estresado de la chamba”, y otras similares.

Hablar de marketing en redes era hablar de grandes empresas, estrategias revolucionarias y análisis de datos complejos, pero todo bajo la sombra de la saturación laboral.

Tengo 38 años y así fui educado. Estoy casi seguro de que, si eres millennial como yo, podrás atestiguar que existe un dejo de romanticismo en la visión de una persona “productiva”.

Es en esta idealización de la productividad, inherente a nuestra industria, donde poco a poco vamos absorbiendo responsabilidades y tareas que nos brindan la satisfacción de “permanecer ocupados”, en un interminable ciclo de lavado y enjuague de nuevos clientes.


La “productividad” ha matado mi productividad

hombre pretendiendo estar ocupado sin ser productivo

Antes de casarme, la vida laboral se había convertido en la vara con la que juzgaba mi éxito o fracaso, mi felicidad o tristeza, mi valía o carencia.

Siempre estaba buscando un nuevo cliente, ideando una nueva campaña, vendiendo un nuevo producto, etc. Todo esto, con resultados medianos.

No me malinterpretes: resultados medianos en un mundo donde el fracaso empresarial es pan de cada día no son despreciables. Al menos ponían pan sobre mi mesa y figuras de acción en mis repisas.

Pero tampoco es algo para alardear.

La “productividad” parecía ser ese camino hacia el paraíso de los shark tanks, donde tu perfil de Instagram se convierte en una extensión de las agencias de turismo de países exóticos.

Ah… qué idiota era.

hombre iluso imaginando que el éxito es estar ocupado

No sé si me doy a entender, pero uno de los errores que cometí en mi incipiente carrera fue permanecer en una rueda de hámster de responsabilidades para acallar la vocecita en mi cabeza que me decía que debía estar trabajando.

En parte, estaba motivado por la necesidad de mayor ingreso; en parte, por el sentimiento de culpabilidad inculcado en una educación donde la frase “la ociosidad es la madre de todos los vicios” era una máxima.

Cada actividad realizada —de forma adecuada o incorrecta— al menos era una señal de que estaba avanzando. Después de todo, si estoy trabajando, algo debo estar haciendo bien… ¿no es cierto?

No estoy particularmente orgulloso de admitirlo, pero me tomó este año alejado de los blocks de notas darme cuenta de cuánto tiempo consumí en ese pozo sin fondo llamado “productividad”.

La “productividad” mató mi productividad porque privilegié el estar ocupado por encima del equilibrio que fomenta el crecimiento.

rueda de hamster

Me volví docto en el arte de presionar teclas sin ver el teclado, pero descuidé horas en el gimnasio para despejar mi cabeza.

Fui un Godín Supremo del Excel, a expensas de aprender a hablar mejor otro idioma.

No había reporte u hoja de blog que no leyera acerca de las nuevas noticias en el mundo del SEO o de Facebook Ads, pero perdí toda la saga de Dune y algunos clásicos que perecieron en la terrible guerra contra las termitas del 2015.

Siempre “me estaba moviendo”, pero nunca fui realmente a ninguna parte.

Entonces, ¿Qué cambió?

Para ser honesto, la familia me cambió. Ser “productivo” no es particularmente justo para las personas con las que has decidido compartir la vida.

En los últimos años, me he esforzado en tratar de juzgar las cosas con la claridad que me han dejado los reumas de la edad.

Y fue en ese juicio donde me di cuenta de que la “productividad” no era más que busy work, un término que se puede entender como “acciones para parecer ocupado”.

En el mundo de la medianidad, el busy work es más que suficiente: haces lo justo para que no te despidan y te pagan lo suficiente para no renunciar.

Entonces llegó el punto en el que no era posible vivir en esa “medianidad” (casi como sinónimo de mediocridad). Simplemente no me alcanzaba para vivir y proveer, y ese fue el detonante.

¿Cómo salí de la “medianidad”?

hombre decepcionado por estar ocupado pero no ser productivo

Lo primero que hice fue definir mi concepto de medianidad. Más o menos, esto fue lo que saqué:

Medianidad es no dejar de moverse sin avanzar, envejecer sin crecer, estar ocupado con tareas que nunca dejan de llegar. Básicamente, la medianidad es vivir en el scroll infinito de una cuenta de Twitter.

¿Cómo se traduce esta definición a situaciones específicas?

Imagina estar ocupado todo el tiempo, pero permanecer en una especie de status quo carcelero. Estuve ocupado 5 años de mi vida, en los cuales conseguí nuevos clientes y perdí otros. Gané dinero y lo gasté, me mantuve más o menos en forma, pero no podía esconder por completo la “pancita”. Leí muchas palabras, pero casi todas se aglutinaban en frases desgastadoramente similares.

Es decir, después de esos 5 años de “productividad”, era, en esencia, la misma persona que al inicio, solo con un poco más de dolor en la espalda.

Definir mi situación me llevó a un proceso de repartición de valor a mis actividades diarias.

En este nuevo escenario, el trabajo decreció considerablemente en importancia, puesto que durante mi juventud le otorgué una preponderancia desmedida.

No me malinterpretes: aún necesitaba ganarme la vida e incluso conseguir nuevos clientes. Pero salir de la medianidad fue quitar toda la grasa de las cosas que no aportaban un valor marginal a mis clientes y que, por consecuencia, me ocupaban “a lo sonso”.

Redefiní paquetes, me enfoqué en el bottom line y empecé a ver cómo mis clientes vendían más con menos horas dedicadas. Hoy por hoy, creo que la calidad de mi servicio se encuentra, al menos, a una desviación estándar por encima de la media.

Eliminar la grasita y quedarse con la carnita. Eso me está funcionando al momento de escribir estas líneas. Quizás mañana no.

Si te sientes identificado con estas líneas, puedes dejar tu comentario. Mi intención es compartir con otros adultos los consejos específicos que me han funcionado y aquellos que no me sirvieron para nada.

Y, como siempre, gracias por leer.

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©2022 por Miguel Chendo. Marketing Digital

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